Madre y Tierra

Por Thais López Vogel

Por estos días tenemos la coincidencia de la celebración del Día de la Tierra con la próxima llegada del Día de las Madres. Esta es una casualidad muy afortunada, porque nos permite reflexionar sobre la relación entre las madres y nuestro planeta. 

La “Madre Tierra” es un expresivo término milenario y de muchas culturas. Nos habla, en el sentido más literal, de cómo nos formamos y nacemos de la tierra misma, de cómo esta nos provee de aire, agua, alimento y todo lo necesario para que nuestra existencia sea plena. 

Pero hoy quiero enfocarlo de otra manera. Deseo hacer un llamado a todas las madres que me están leyendo, para que defendamos a la Tierra como defendemos a nuestros hijos.

¿La razón? Muy sencilla: el sustento y la supervivencia de ellos está en riesgo en la misma medida en la que nuestro planeta esté amenazado. Y esto es real, está sucediendo. 

Cuando la tierra está enferma y contaminada, la salud humana es imposible, como dijo el activista australiano Bobby McLeod. Pregunto a las madres que me leen: ¿qué estás dispuesta a hacer por la salud de tu hijo? Yo misma me respondo: todo. Y estoy segura de que esa es la respuesta de todas las madres del universo. 

¿O es que la supervivencia de nuestros hijos no depende de ese aire, esa agua y ese suelo que algunos tratan irresponsablemente? ¿No nos estamos jugando el alimento de las generaciones futuras? 

Nuestro suelo se contamina por malas prácticas agrícolas y por la disposición inadecuada de los desechos. Estamos hablando de un daño acumulativo, que tarda cientos y hasta miles de años en sanar. Incluso en muchas ocasiones, la huella humana queda allí para siempre. 

Sí, es cierto, tanto en forma líquida como sólida, el agua cubre aproximadamente el 75% de la superficie terrestre; pero también es cierto que el 97,5% de esa agua es salada, lo que deja una cantidad ínfima para el consumo humano. Un porcentaje que debe ser tratado con la mayor responsabilidad posible, porque es la herencia más preciada que le podemos dejar a quienes nos siguen. 

La contaminación del aire procede de gases y partículas lanzadas indiscriminadamente a la atmósfera, las mismas que disminuyeron notablemente cuando la actividad se redujo al mínimo, como consecuencia de la pandemia. Una diferencia que se podía observar a simple vista en las grandes ciudades. Conclusión: la responsabilidad es nuestra. 

Cuando se tiene un hijo, se tienen todos los hijos de la tierra, según el poeta Andrés Eloy Blanco. Vamos a activarnos. Por mis hijos, por los tuyos, por los del vecino y por los que ni siquiera conocemos. 

Estoy convencida de que la fuerza del amor de madre es la energía que cambiará para mejor la relación de la humanidad con la Tierra. Comencemos el día de hoy, comencemos con el tenaz e inagotable amor de las madres. 

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